Medalla de oro para el Monegros Desert en las Olimpiadas del tecno

HERALDO

Por más que se repita la historia año tras año, cuesta razonar fríamente los motivos que llevan a 50.000 personas, jóvenes y no tan jóvenes, procedentes de más de 90 países, a someterse voluntariamente a 22 horas ininterrumpidas de permanencia en el desierto fragatino, con el mercurio abrazando los 40 grados en una superficie de 120 hectáreas áridas y sin las comodidades vinculadas con los centros urbanos. 

Debe ser muy poderoso el sentimiento y la emoción generadas para que el hechizo del Monegros Desert conserve, e incluso aumente, su capacidad de atracción. Un ritual multitudinario e internacional que este sábado 27 de julio–y hasta el mediodía de este domingo– se perpetúa 31 años después de su primera edición.

Las pesquisas para capturar el espíritu de Monegros comienzan en la entrada, a las 14.00, justo cuando abren las puertas del cielo de los ‘ravers’. El primero de la fila es Eminas, que reside en la cercana localidad de Alcarrás. Lleva cuatro horas esperando junto a sus amigos Sergio y Mile para tener el privilegio de ser los los primeros en acceder al paraíso de la música electrónica. "Es mi tercer año consecutivo. Quiero ser el primero en entrar y no perderme nada", relata. ¿Cuál es la principal motivación que le mueve a acudir a la cita? No vacila: "Desconectar. Aquí no hay cobertura. Estás tú solo y el tecno. No hay conexión con el exterior. Hay que vivirlo para entenderlo".

"¡Vamoooossss! Esto sí que es un festival. Esto es más divertido que los Juegos Olímpicos", gritan Jean Luc y sus tres colegas que proceden de Toulouse. Llevan varios meses soñando con su presencia en tierras aragonesas y por fin se ha hecho realidad. "Es una locura que hay que vivir al menos una vez en la vida. Esto no es solo música, sino una gran fiesta en la que solo importa divertirse", indica antes de hacerse una fotografía grupal ante el icónico Airbus que desde 2022 es un escenario más. Resulta imposible escapar a la internacionalización cada vez más notoria del evento, con el francés y el italiano como lenguas habituales vayas donde vayas.

Protagonismo aragonés

Mientras el público entra en tromba tras superar los controles, a 300 metros, en la majestuosa Catedral del Tecno, el DJ oscense Andrés Campo inaugura musicalmente el festival con el remix que Adam Beyer realizó de la canción de Ben Sims ‘Manipulated’, un himno que, más de dos décadas después de su lanzamiento, sigue latiendo. "Es un privilegio ser el primero en pinchar. El Monegros Desert es un parque de atracciones para los que amamos estos sonidos", confiesa Campo, que ha optado para este ‘set’ por llevar los vinilos consigo, algo muy poco habitual en nuestros días. La vieja escuela al poder. Su agenda no entiende de descanso. También estuvo programado por sorpresa en el Airbus A330 que forma una pista de baile de 65 metros de largo y 8 de ancho y en la mañana del domingo en el escenario principal, una mastodóntica estructura con un aforo de 30.000 personas.

Pero la magia del Monegros Desert se esconde también en estancias más humildes y reducidas. Como El Pajar y El Corral, con una capacidad para 500 y 800 espectadores respectivamente. Ambas son testimonio del pasado agrícola y ganadero de la familia Arnau, propietaria del festival. En el corral es donde pacían las ovejas y las cabras, y en el pajar es donde se secaba y almacenaba el trigo. En el siglo XXI allí se baila tecno del bueno, con Seth Troxler, Traumer o Chaos in the CBD. Allí se deleita Lola Montes, madrileña de 21 años que acude junto a un grupo de amigas. Tiene muy claro cuál es el secreto del acontecimiento: "Monegros es libertad. No hay nada como esto. Vestimos como queremos, nadie busca problemas, la gente es amable. Es como un pequeño mundo que dura menos de un día". Este carácter efímero, cual falla valenciana, es un sugerente aliciente.

Ni el calor asfixiante ni un molesto viento que levanta la arena minan la ilusión y el jolgorio. Algunos descubren La Pinada, el nuevo oasis de 2.500 metros cuadrados de sombra, pinos y trance sicodélico que se estrenó ayer. A medida que va oscureciendo, la multitud acude al son que marca ese espectáculo de luces y color llamado Elrow. Los más duros y resistentes se enclaustran en Industry City. Y la gran mayoría confluyen en el Templo del Sonido, el escenario principal donde este mediodía está previsto que el DJ italiano Josep Capriati ponga la medalla de oro a estas Olimpiadas del tecno. Al cierre de esta edición, todo transcurría según lo previsto a falta de la recta final del festival.