Cada año hay fiesta en Elrow House para celebrar la llegada del Sónar, y el jueves aprovechan la ocasión para presentar el libro del patriarca, Juan Arnau, Bailar en el desierto (Grijalbo), que narra los orígenes de la estirpe, con el tatarabuelo de Arnau, que abrió el café Josepet en 1870 en Fraga, donde vivían y que será el origen de la empresa familiar: más tarde cine y después la discoteca Florida135, hasta llegar a las raves de los Monegros y a las fiestas que Elrow organiza hoy por todo el mundo. Una presentación de fiesta con gente del mundo musical y audiovisual, como Carlos Bayona –el gemelo del cineasta, sí, es DJ y productor musical– o Alicia Reginato, de La Chula Productions. Presentan el libro la editora, Ana Caballero, los hijos de Arnau –prefiere ceder el protagonismo–, Juan y Cruz –hoy son los que llevan el peso del negocio–, y el director de Elrow, Vicenç Martí. La historia de una familia que se ha dedicado durante seis generaciones a hacer disfrutar los demás a través de la fiesta. Aún lo hacen y se nota.
Salgo con la música electrónica metida en el cerebro para ir a Ona de Gràcia a escuchar a Jordi Llavina, que presenta su premio Carles Riba, Un llum que crema (Proa). Está lleno y hace calor. Están los escritores Jordi Fernando y Jordi Puntí y el director musical Josep Prats. Después de que Llavina nos guíe por los poemas, a campo traviesa, y nos haga sentir que “la poesía está viva”, sus sobrinos Rita y Genís Arnal, voz y guitarra, interpretan unas canciones. Cada palabra, cada música, cada artista, encuentra su espacio.