Rizomas #0: entrevista con Juan Arnau

CULTURA INQUIETA

Empezamos nuestro proyecto con uno de los grandes popes de la escena de club en España –y allende sus fronteras–, Juan Arnau (Fraga, 1956), el creador de Monegros Festival y elrow, dos de las marcas de música electrónica más importantes de este país.

RIZOMAS es un proyecto de Pedro José Mariblanca Corrales, historiador, filósofo, periodista y unas cuantas cosas más… Con un claro guiño a la filosofía de Gilles Deleuze y Felix Guattari –en la que la heterogeneidad, la diferencia, las multiplicidades, el encuentro, la ruptura y las líneas de fuga son las principales armas para escapar al mundo que vivimos y construir posibles frente al mismo– éste ha sido concebido para conversar y aprender con las personalidades más importantes de la cultura, el saber, la ciencia y la técnica.

Arnau es pasado, presente y futuro –aunque diga que se ha retirado– de las músicas de baile en España. Sin él, sin Florida135, con la que empezó todo, sin Monegros, sin Row14 y sin elrow su devenir hubiera sido completamente distinto. Pero también sin sus tatarabuelos –y el Café Josepet–, sus bisabuelos –el Bar Victoria, el Teatro Victoria y el Cine Victoria–, sus abuelos, –el Cine Florida y su teatro–, sus padres –el Garden Terrace Florida y el Saloon Florida– y, ahora, sus hijos, Juan y Cruz Arnau –responsables de que la magia del festival Monegros no deje de fluir y de que elrow sea una verdadera multinacional–. Una saga vital y determinante en la historia de las discotecas y los festivales de este país.

Miras al pasado, piensas en Florida135, en Monegros y en elrow y, como su creador, ¿qué ves?

Tengo que ir mucho más allá del pasado reciente. Primero, estoy aquí por accidente. Mucha gente cree que he sido el creador de todo esto y no, sólo soy el continuador. Esta historia empezó con mi tatarabuelo en Fraga (Huesca), concretamente en 1870, y es la historia de seis generaciones, seis generaciones que han hecho de todo: cine mudo, cabaret, musicales, teatro, salones de baile, las discotecas, los festivales. Por eso soy un continuador, siempre mirando al retrovisor, lo cual es una ventaja, porque tengo una historia en el mundo del entretenimiento, una historia que da reputación –una marca histórica–, pero que, a su vez, no te permite hacer cualquier cosa, sí hacer las cosas bien. Pues lo primero es hacer las cosas bien, como siempre me transmitieron mis padres, y tener respeto por la gente que ha pagado una entrada, porque, piensa en esas personas que trabajan, que ahorran dinero y que se lo gastan en lo que haces; cuando te las imaginas, cuando entiendes el esfuerzo que han hecho para asistir a tus eventos, tienes una perspectiva más amplia y empática con ellas.

Así es como viene el éxito. Puedes fracasar a nivel económico, pero no a nivel reputacional, y eso vale mucho. Nosotros hemos fracasado en numerosas ocasiones… Mi padre, mi abuelo, todos. El éxito es fácil, el fracaso es difícil, pero es la mejor escuela de aprendizaje. Para triunfar, hay que fracasar. Para saber ganar, hay que saber perder. Hay que saber caerse, saber levantarse. Más o menos, todos sabemos lo que tenemos que hacer, lo que no sabe todo el mundo es qué no hay que hacer. Y las experiencias negativas son la mejor escuela de la vida.

He sido muy emprendedor, más emprendedor que empresario. A mí siempre me ha gustado el entretenimiento y esto me ha causado muchos problemas, pues al cansarme pronto de las cosas, no he dejado de meterme en líos. Nunca he sabido terminar todo lo que he empezado. Por suerte, siempre he podido resolver esta cuestión porque me he rodeado de muy buenos equipos, con personas mucho mejores que yo. Ésa es la clave del éxito de nuestra familia, rodearnos de personas de las que aprender, gente que no nos ayudara a solventar problemas, sino que nos enseñase cómo darles solución, gente muy importante en todo cuanto hemos creado, sin la cual no podríamos hacer lo que estamos haciendo.

Tú siempre tienes algo que enseñar a los demás, pero también tienes que ser capaz de apreciar qué te enseñan a ti. Porque las cosas no siempre son como a ti te gustan y tienes que desprenderte de tu ego. El promotor siempre está ahí, atento al público, pero escondido, con alguien delante desplegando sus ideas. Por eso hay que dejar a un lado el ego, porque la gente siempre tiene algo que enseñar y siempre hay que estar a la orden del público.

¿Cómo se gestiona un entramado como el vuestro mientras este no deja de crecer? ¿Cómo es pasar de una empresa familiar a una marca multinacional, pasar de organizar una rave en el desierto a juntar decenas de miles de personas allá donde os lo proponéis?

Historia y tiempo, ahí está la clave. No puedes hacer las cosas de hoy para mañana, en ningún negocio. Si la ruta es fácil, si los fines de ésta se consiguen pasado mañana, el éxito es puntual. Para que las cosas funcionen, necesitas tiempo y tesón, tienes que equivocarte y, una vez más, fracasar y aprender del fracaso.

Monegros empezó con doscientas personas, ahora somos más de cincuenta y seis mil, pero, claro, desde la primera fiesta en el desierto hasta la actualidad, han pasado más de treinta años, que se dice pronto. Con elrow, igual, empezamos con setecientas personas en Viladecans (Barcelona), que me acuerdo cuando iba con mi mujer a comprar juguetes a los bazares, que después se los tirábamos a la gente, y luego nos fuimos a Ibiza, donde empezamos con Zoo Project, seguimos después en Privilege, con dos mil personas, más tarde en Space y, tras el cierre de éste, en Amnesia, sin contar la multitud de fiestas y festivales que hemos organizado por gran parte del planeta… Esto es como la buena cocina, como la cocina de antaño, la de mi madre, que no es que haga haute cuisine, pero, cuando hace una tortilla, no se mueve de los fuegos. No puedes tener prisa, no se puede triunfar rápidamente.

Cuando inventas algo, si tienes una propuesta que es fácil de hacer, te la van a copiar. Es lo que pasa generalmente con los clubs de electrónica. Los clubs vanguardistas, los clandestinos, en los que suceden cosas que luego van a ser reproducidas por otros, tienen alma. Los clubs que triunfan a base de cabezas de cartel se llenan, pero no tienen alma, porque el alma de un club no se puede comprar. ¿Cómo se consigue el alma? No lo sé. Pero el alma es un bien inmaterial y lo inmaterial no se puede conseguir materialmente.

Ya lo dijo Xavier Règas, decorador de Florida135: lo bueno, lo que es importante, en resumen, la esencia, no se puede comprar. El alma requiere mucho esfuerzo, mucha dedicación, mucho tiempo, pero si la consigues, lo cual es muy difícil, es imposible que te la copien, porque el alma no se puede copiar. Desaparecerás, morirás, como todo el mundo, pero el alma estará ahí… Yo me iré, pero el alma de nuestro club y nuestros festivales seguirá, porque tienen vida propia.

Con el tiempo, hemos creado algo que es mágico, algo que, lógicamente, ha cambiado, ero que sigue ahí, porque es inmaterial. En Florida, por ejemplo, en el mismo escenario en el que ahora está la cabina, antes tocaban las grandes orquestas y eso está ahí, ahí está la magia. Cuando pienso en ello, me emociono mucho porque me imagino a mi tatarabuelo, con el primer fonógrafo que compró, a mi bisabuelo, los primeros cabarets, las primeras personas que asistieron a ver cine mudo, mi abuelo sacando las sillas y colocándolas, los bailes, la de músicos que han pasado por allí, ese esfuerzo, esa constancia… Y todo eso, de verlo, se transmite, la presencia de mis padres en cada evento, nuestra presencia, hablando con unos y con otros. Esa magia no se compra, esa magia no la tiene cualquier club. Todo esto ha sucedido por eso, y porque lo disfrutamos, porque nos da la vida y nos hace felices.

Historia viva, historia en construcción… Tú que has visto la evolución de la escena de las músicas de baile desde sus inicios en España, con todos sus altibajos (su ascenso, su primera gran masificación, la del mal llamado Bakalao, su primera caída, su vuelta al underground, su nuevo auge, su nueva masificación, la del EDM, y su impasse actual, en el que el underground parece no tocar techo [pero sigue siendo asediado por la sociedad del espectáculo y la sociedad de masas, ahora que todo es techno]), ¿en qué situación crees que se halla ahora mismo? ¿Hacia dónde crees que va?

El proceso ha sido bastante natural, como la evolución de cualquier ser humano. Si no evolucionas, estás muerto. Y, gracias a esta evolución –en positivo, en negativo o en tablas–, la música electrónica sigue ahí. Hay nuevos artistas, nuevas influencias, nuevos sonidos, nuevos formatos de fiesta… Hay mucho más donde escoger, hay una evolución. Y hay que saber evolucionar. Así ha sido siempre.

Evidentemente, los clubs han sufrido todas estas transformaciones, pero así es la evolución, en la que lo más importante de todo es la música, que no ha dejado de evolucionar. Porque, como decía mi padre, las cosas cambian, ¡afortunadamente! El quid de la cuestión no sólo está en lo que ofreces, sino en el cómo. Por eso creo que la evolución está siendo muy divertida y entretenida. Marchamos hacia el futuro, lo hacemos presente, pero, como te decía, nunca debemos olvidar el pasado, por qué estamos aquí. Así ha sido siempre.

Historia viva, historia en construcción…

La de viajes que hemos hecho para intentar comprender lo que estaba pasando en cada sitio y la de experimentos que hemos llevado a cabo para montar nuestra propia historia… Una locura.

En este sentido, y ahora que la electrónica se ha ganado su sitio en el mundo actual, ¿en qué crees que hay que trabajar para que la Administración reconozca el impacto de la electrónica en la sociedad –a todos los niveles– y se sacuda los estigmas que sigue arrastrando aún?

En nada, nos va muy bien así, estamos bien donde estamos. Tenemos que seguir siendo provocadores y clandestinos, ahí está la magia. Porque como los políticos se den cuenta de la fuerza de la electrónica, mal plan. ¿Sabes cuál fue la primera música que estuvo prohibida? El vals, porque se bailaba agarrados. Pues un francés montó un espacio para bailar vals y fue la primera vez que la gente pagaba para bailar… No interesa que la gente lo entienda. Cuando pase eso, habrá muerto la electrónica. ¿Qué le ha pasado al jazz? Una cultura súper underground, perseguida, que si fumaban opio, que si el alcohol… ¿Dónde está el jazz? Si el tío que montó el Cotton Club lo viera, ¿qué diría? No, no interesa, es una batalla perdida. No necesitamos a la Administración para triunfar, hay que ir contra ella, que nos dejen tranquilos.

¿Cuáles son los próximos retos de la familia Arnau?

Por mi parte, escribir y mis nietos. Lo demás no me importa, ni lo que hagan mis hijos siquiera. Particularmente, voy a publicar una edición ilustrada de Bailar en el Desierto, estoy preparando mi segunda novela, que va desde 1970 hasta la actualidad, y quiero hacer también otro trabajo ilustrado sobre la historia de las músicas de baile, concretamente desde el nacimiento de la música disco hasta el presente –hablando de clubs, artistas, géneros, anécdotas, etc.–. Creo que se lo debo a este mundo que tan feliz me ha hecho, quiero contárselo a todas las personas posibles –por si puede servir para algo o ayudar a alguien– y me encantaría que fuese entretenido.